El Espíritu que nos anima

Los elementos de la espiritualidad marista que tienen su fuente primordial en la Palabra de Dios y de modo específico en el Evangelio, reflejan esencialmente el propio espíritu de María, espíritu que el Fundador de los Padres Maristas, el P. Juan Claudio Colin, buscará captar en palabras a lo largo de toda su vida, para finalmente plasmarlo en las Constituciones de la Sociedad de María. Vivir el espíritu marista es entrar en contacto íntimo con el propio espíritu de María.

Cuando la conciencia del Marista ha sido configurada en la espiritualidad marista, se libera entonces todo el poder y creatividad, autenticidad y singularidad del espíritu de María.

Enumeremos algunas características que constituyen el Espíritu Marista:

a) El Marista vive una fuerte conciencia de haber sido escogido y nombrado por Dios, y por este mismo hecho se sabe cautivado y “vencido”, transformado y guiado por él.

b) El Marista, cuando se propone seguir a Cristo, reconoce la presencia activa de María, primera y perfecta discípula, que acompaña y anima este seguimiento.

c) El Marista vive, como María, desde la confianza, un sentido profundo de promesa que le hace anticipar que en el futuro las cosas “serán mejores” y alcanzarán su pleno sentido en Cristo.

d) El Marista asume su responsabilidad en a historia por lo que pone el énfasis en la “misión”.

e) El Marista tiene conciencia de una “época” en el sentido cósmico, que le permite entender las necesidades del “momento”.

f) El Marista desarrolla una nueva conciencia que encierra una actitud crítica constructiva respecto a las crisis del momento y los cambios de época y se llena de una visión llena de esperanza.

Como Maristas reconocemos que nuestra vida está animada por la Palabra de Dios y que el espíritu de la Sociedad como espíritu de María ha quedado plasmado en nuestras Constituciones. A continuación le invitamos a explorar y leer algunos fragmentos llenos de sentido.